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Priego, camino a la redención

Coronación de la Reina y Damas de Honor, pregón constructivo, música en directo, toros de fuego...
No, ayer no hizo falta títeres y la falta de carácter la suplió con creces la lozanía  de las hermosas jóvenes que brillaban con luz propia.
Ay los padres!, arrancados de su espacio de confort, dubitaban   entre los besos, los abrazos y las lágrimas.
Nada que reprocharles, al contrario, deben estar orgullosos de la prole pues  son agricultores del amor por Priego.
No hubo discurso de despedida de la regidora municipal, nadie lo esperaba, nadie lo quería, y fue mejor, mejor pues el Pricense es imprevisible   por naturaleza.
Pregón, gran pregón a cargo de  José Alberto Estival que nos acercó a su infancia y nos habló de solidaridad, compañerismo y amistad. El pregón que nos acercó el camino a la redención.

Estreno de los toros de fuego, descafeinados y carentes de esa extraña alquimia del fuego que tantas veces nos impregnó.
Mansedumbre compensada con las carreras que con tanta gracia y estilo se afanan en conseguir nuestros bravos jóvenes.

No hubo tiempo para más, el reloj inmisericorde seguía marcando las horas para este Pricense que no tiene la fortuna y la dicha de no laborar en nuestras fiestas.
Como siempre, Viva Priego y os deseo a tod@s  unos felices días de encuentro y alegría.

Si tus ojos te escandalizan, arráncatelos

"Si tus ojos te escandalizan, arráncatelos"
Permitidme, queridos lectores, que comience con esta cita bíblica pues parece que los nuevos torquemadas no toleran la diferencia y apuestan por la uniformidad como pensamiento único, claro, el suyo.
Y como jamás he sido un borrego que sigue al pastor de turno, sabiendo que te aboca al precipicio, me siento libre para hacer, pero sobre todo, para decir.
Una vez más, ya he perdido la cuenta, me avergüenzo del pastor, de su capa y de su sayo. (entienda el lector que nada tiene que ver el noble oficio ancestral de pastor con este tipo de sujeto)
Y no es una vergüenza pasajera fruto de la irresponsabilidad o del tedio, mi alopécico cráneo, último vestigio visible de tiempos mejores, se obceca en la idea que no queda nada noble y puro en los corazones condenados a su propia damnatio memoriae.
La vergüenza, que no el odio, sigue creciendo cuando se mancilla el valor de la palabra, o cuando tú, trashumante de lo inhumano, predicas con el ejemplo que nunca has cumplido.
Amado lector,  dicen que nadie sera nunca feliz buscando la pulcritud o el lado recto de la vida.
Quizás haya llegado el momento de arrancarse los ojos para nunca jamás volver a ser escandalizado.