No es que yo sea un guardian de las esencias ni alma blanca cargado de razones en las que ya nadie cree, no, no lo soy, simplemente soy un juntaletras cansado de la memez de muchos, muchas, o también del inclusivo, muches.
Y es que nadie está libre de la estupidez cotidiana en la que caen aquellos, aquellas y aquelles que interiorizan las vulgaridades más cotidianas, sí, somos acémilas arrogantes a las que el garrote ya no hace mella.
A medida que los años van sumando entre canas y canastos, hace que el talento se transforme en intelecto, o era al revés?, no, que va! los años solo dan insatisfacción por lo que dejamos de hacer o vivir.
Las visicitudes se convierten en triunfos o en fracasos?, pobres de aquellos que cargados de soberbia y vanidad crean que triunfaron no si antes pagar el tributo del fracaso. No, la vida en sí es un cúmulo de despropósitos y canalladas y de nada sirve edulcorar el amargo sabor de lo irracional.
Y qué me contáis del amor?, de los sueños rotos, de la crueldad del desprecio o del olvido a lo que se amó?
Sí, lámour, esa pícara que nos enredó, embelesó y nos hizo renunciar a tantas cosas!
Sin amor, sin pasión, sin locura, sin lujuria, quién en su sano juicio puede sentir la vida?, pues muchos, muchas y muches diréis que no, respuesta que entiendo pero que no comprendo.
No comprendo aunque el látigo flagele mis espaldas multiplicando por dos el dolor al verme en un espejo que dejó de reflejar la ecuanimidad de mi razón.
Elegid, elegid bien entre las propuestas del psique y solo así podréis recuperar el sentido común y quizás, pero solo quizás, seguir despiertos, despiertas y despiertes.
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