Ante la inesperada pregunta, no dude ni un instante.
Socialismo es afecto.
Sí, afecto por las ideas, por los valores, también por las convicciones, pero sobre todo, por las personas.
Después de dos décadas militando en el partido que más he querido y que siempre sentí como propio, no puedo olvidar los gestos, los abrazos, los sentimientos de tantas y tantas personas que se han cruzado en mi camino.
Personas nobles, leales, dignas, a las que no le hace falta que las empujen sino que vibran defendiendo con firmeza y alegría sus hondas convicciones.
Como no sentir nostalgia de aquellos mítines donde los corazones se salían del pecho cuando sonaba nuestra pegadiza sintonía.
Dicen que un socialista nunca deja de soñar, pues hace de los sueños parte de su credo existencional
Recuerdo las miradas, los gestos, la cara más amable de la vida.
Como una fotografía congelada en el tiempo, veo a una chica jóven y dinámica que se desenvuelve con gracia y estilo.
Baila mientras agita una bandera socialista.
Sí, ella es ajena al hipnotismo que me produce ver tan armoniosa cadencia en sus gestos.
La miro, me mira, nos cruzamos una breve sonrisa, clara, pura, sincera.
Es el idioma de los gestos el que nos hace compañeros, no hay ambición, solo deseos de compartir las ideas y la vida.
Años después, pude conocer a esta mujer y comprobar de primera mano su valía y honestidad.
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