Tras más de una década compartiendo pensamientos y reflexiones políticas, hoy en día doy mucho más importancia a materias humanistas y corrientes filosóficas muy variadas.
No hecho nada de menos la política. Atrás quedaron rivalidades, desencuentros y dagas por la espalda. La política es una etapa de mi vida que no puede ni debe volver a interferir en mi pensamiento.
La claridad y certeza en el razonamiento no puede ser contaminado por nimiedades de un arte que nació para servir al pueblo pero que se conforma con un servicio parcial y del que los políticos solo ansían su reciprocidad.
Hace tiempo que solo la palabra me seduce.
Construir relatos, adentrarme en los misterios del verbo y diseccionar la relatividad de lo humano, hace mantener la curiosidad en lo que es ajeno o propio.
La poesía siempre me sedujo, aunque todavía no he podido alcanzar el equilibrio entre su locura y realismo. Diego Jesús Jiménez con sus obras me hizo descubrir este bello arte y olvidarme de la rigidez de sus normas para adentrarme en exprimir y concentrar la palabra en lo verdaderamente importante.
Como humilde discípulo de este gran poeta de Priego, escribí una serie de poemas que confluyeron en "Río de Vida" , ópera prima con claras influencias del genial e irrepetible, Diego Jesús Jiménez.
La deconstrucción de la palabra se hace indispensable para poder fusionar lo onírico del sueño con lo circunstancial de la realidad.
Pero es la poesía con su constante ambigüedad la que de verdad pone en guardia todos mis sentidos pues nace de la experiencia cotidiana y del viaje por la vida.
Nada me es ajeno o indiferente y de la observación contemplativa nace la excelsitud de simbiosis de la palabra y el verbo.