Ayer tuve una de las percepciones mas insólitas de mi vida reflejado en el rostro de una persona, vi la levedad, la insignificancia, la pasividad, vi la derrota.
Todo esto lo pude contemplar en el aparcamiento del campus de la Universidad de castilla la Mancha de Cuenca, la cara a la que se refieren estas percepciones es la de nuestro alcalde Francisco Javier Pulido.
Como una piedra me miro, como Don Tancredo permanecio inmutable, con la mirada perdida, ajeno a lo que acontecía a su alrededor, impasible, perdido, incapaz de articular palabra, esperando, siempre esperando.
Fue un encuentro casual, apenas 10 segundos en los que vi nítidamente lo grande que le viene la alcaldía, vi las consecuencias del fracaso y de la incomprensión, os engañarían si os dijera que ver la apatía y fracaso en el rostro de alcalde me supuso alguna satisfacción, al contrario, me causo pena y hasta cierto punto, una necesidad de protección hacia una persona débil e indefensa.
Y es que, hasta en estas cosas de la vida, no todos somos iguales
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